27 August, 2014

Tachame la doble

 Ahora que te conozco, creo que te entiendo mejor, pensó. Pero no se lo dijo.
 Seguramente algo de esa intención se le filtró por la mirada, porque ella, cruzando las piernas sobre las suyas, preguntó:
 -¿Te parece que soy inmadura?
 Ya habían trascendido el punto en que la sinceridad puede lastimar el orgullo, aunque no habían puesto aún esa sinceridad a prueba. Simplemente, habitaban el territorio llamado intimidad.
 -La gente madura me aburre -contestó enseguida, sobreanalizando la pregunta.
 Disfrutaban del sol de la tarde, acostadas, una sobre la cama y la otra sobre un colchón que habían puesto bajo la ventana. Hablaban sin mirarse, como personas que conocen su afinidad.
 -A veces me preocupa no tener nada planeado para el futuro.
 -¿Nada como qué?
 -No se... no me imagino teniendo trabajo, hijos y todo eso. O sea, me encantaría, pero no creo que pase.
 Sonaba un concierto de piano en la pieza de al lado.
 -Hace tanto que no pienso en eso -se giró para verla-, ¿qué te imaginabas cuando eras chica?
 -Nada, qué se yo. Que me iba a hacer famosa cantando -dijo riéndose, y se rieron las dos. Siguió diciendo:
 -Es como si todo el mundo hubiera aceptado que no puede hacer lo que le gusta. Estoy cansada de sentir que me miran como a una loquita. ¿O no? ¿O no es verdad que la gente es resentida porque le molesta ver que se puede estar bien sin tener que "ganárselo"? -hizo las comillas con los dedos-. No me cierra que la opción lógica sea sacrificar siempre lo más personal. O sea, estamos jugando a la generala, y todos andan ansiosos por tachar la doble; bueno, yo no quiero tachar la doble, por mí que sea doble o nada.
 -Eso mismo. Doble o nada.




Se dio cuenta que estaba excediéndose: era su primera confesión de inseguridad. Había algo de admiración no recíproca entre ellas, que era parte de las reglas en la relación. Volvieron a mirar hacia el techo.
 -¿Bach?
 -¿Qué?
 -La música.
 -Ah, si. Las variaciones de Goldberg.
 -Me encanta boluda. Me hace pensar en abejas y toda la pavada.
 -Dura un par de horas.
 -No tengo apuro.
Se quedaron calladas, con los pies al sol que hacía brillar las partículas de polvo. María se incomodaba mucho con la gente, y lo resolvía fumando veinte cigarrillos por día; en la misma situación, con cualquier otra persona, ya se habría fumado dos o tres. Pero no existía esa situación con otra persona.
 -Si fuera chabón me dejaría la barba -comentó. Era lo que le cruzaba por la cabeza en ese momento, lo compartió para no hacerle sentir que la conversación había terminado.
 -Yo sería re puto -contestó, con calma, recostando la cabeza sobre los dedos entrecruzados.
 -De una, y haría boxeo.
 -Todo para tener mas levante, obvio.
 -Si, obvio. Además para que no me saquen la ficha.
 -¿Y manejarías una camioneta?.
 -Claro.
 -Yo te re daría.
 -Tendrías que ser puto, pero no tener barba; ya los dos con barba me daría mucho asco.
 -Claro. "Tachame la doble".