06 October, 2011

orden

Quedé metido en un quilombo porque hice lo que no hay que hacer, salir a correr, y a las dos cuadras me intercepta un oficial de las fuerzas del orden, reglamentaria en mano.

-¡VOS, CHE, VOS!

-¿Yo?

-¡SI, VOS! ¡VENÍ PARA ACÁ!

Interrumpí mi trote leve. Invitado de esta manera a que pusiera las manos contra una reja y mantuviera las piernas separadas, consulto los motivos de mi requisa solamente para entrar en un concurso de sofismas:

-¿Que está pasando?

-Decime vos qué está pasando.

-La verdad que no tengo idea, yo salí a correr y-

-Sí, sí... ahora vas a correr un poquito.

 

 

 

 

 

 

Apareció otro uniformado, desde atrás de mi amigo:

-No, pelotudo. Te dije de testigo.

El que me había detenido se quedó mirándome con cara de vos ganás esta vez, y me dio la orden de que fuera tan gentil de acompañar al oficial que me había rescatado. Ahí encontré al grupo de menores, de más o menos dieciséis años, al requisaban contra las rejas de una casa. Se me pidió que atestiguara la inspección de estos jóvenes y sus pertenencias, explicándome el procedimiento y volcando el contenido de una mochila bajo mis pies.

Aparecieron útiles escolares, ropa, documentación, una billetera con $306 en billetes y 4.75$ en monedas, y la culata de un 32 largo envuelta en cinta aislante. Culata que coincidía con la imitación del arma encontrada en el jardín delantero del domicilio en el que los habían reducido. Imitación hecha en Hong Kong, según pude observar. Y un excelente trabajo, completamente realista.

Según reconstruyeron los agentes del orden, un muchacho envuelto en un lío de faldas disputó una grella con un estudiante del colegio ubicado en 4 y 35. Su plan contemplaba caer y cagarse a piñas con el otro, sacando a relucir la imitación del arma para retirarse ileso cuando apareciera el resto de los compañeros. Los policías empatizaban con el muchacho. Les parecía aguerrido, romántico, y opinaban que cualquiera lo podría entender. También estaban de acuerdo en que debería haberse percatado que tenía un banco de la provincia en la esquina, con gente armada en la vereda.