21 June, 2014

·PLANTEOS·

Por cada paso que avanza, Aquiles tiene que recorrer la mitad de la distancia que le queda para alcanzar a la tortuga. Esa fracción se multiplica infinitamente, de forma que nunca pueda alcanzarla: es la paradoja de Zenón.
 Hace mucho que sabemos que la revolución está en las mentes, que no hay objetos sino discursos; hace más tiempo que ignoramos la falsa naturaleza de los planteos. Nuestra capacidad de reconocer el mundo consiste en interpretaciones, en formas de explicar y de entender, que se remontan hasta nadie sabe cuándo, y que se extienden por las dimensiones de lo intersubjetivo, remitiéndose entre sí, dándose sentido, manchándose, hasta lo infinito.
 El valor de una afirmación depende siempre de la forma en la que se la formula: no hay realidad sin reglas, pero no hay reglas. Las inventamos para jugar, justamente, para darle valor a lo que hacemos.



El problema es que nadie puede seguir las reglas: no solamente porque solo existen en el plano de lo ideal, sino (y esto es lo mas perverso) porque siempre están planteadas de forma que sea imposible vivir dentro de ellas. No están armadas para seguirlas, sino para asegurarse el resultado antes de empezar a jugar. Por eso la pequeña diosa de la victoria con alas dice just do it: la victoria no está al final de la carrera, sino al principio de las reglas.
Nada está, dentro del juego, a nuestro alcance: solo la capacidad de aparentar, de ser comprendidos como algo parecido a lo que nos imaginamos que debe ser un ganador.
El mundo nos entra por los sentidos, pero los sentidos se someten a las interpretaciones: las hipócritas reglas. Todo consiste en fama y prestigio. Y la fama, ya lo dijo Lawrence de Arabia, es un brillo cegador.

03 June, 2014

Sobreactuado


-¿Alcanzó a decir algo?
Parece que era su cumpleaños.
-Estábamos muy lejos, no se veía la cara.
Pudo ser mejor, qué se yo.
-No deberías haber dicho nada.
Igual ya estaba en las últimas.
-¿Lo envenenaron con un salero?
Supongo que algo pasaba.
-Che, no la estoy pasando bien.
Claro. Era obvio para todos.
-¿No tenías que ir a la escuela?
Se cansó de mentirle al mundo. ¿Nadie lo vio? ¿Nadie lo ayudó? Es otro tema. ¿Sabés lo que te pasa, nena? Estas llena de problemas. Vas a aprender a callarte la boca.
No me gustó, demasiado sobreactuado. Estaba pensando pagar un disfraz para entrar a esa fiesta.
-Me lo crucé en la escalera.
Nos contó que es adicto al juego.
-Bancá. Creo que me quiero ir.
(Se termina cuando yo digo)
-¿Usa anteojos? ¿Tiene barba?
-Al principio sí. Y era eso, o prenderse fuego.
Le pareció que hablaba en serio.
Capaz estás exagerando. ¿Hay cadáveres?
La tortuga, el velero y los pies ligeros.
-Prestá atención, fijate bien. Otra vez me quedé sin crédito.
 Del uno al diez, ¿Cuánto me das?
Qué se yo. Pudo ser mejor.
-Justo o injusto, no es lo que importa.
¿Me querés? ¿Me entendés?
-Creo que voy a vomitar.
Debería darte vergüenza.