27 April, 2014

IBA PARA ESE LADO



El colectivo cerró las puertas e intentó arrancar, justo cuando me estaba acercando. El tipo se calentó porque me trepé de un salto y tuvo que frenar para no llevarme agarrado de la manija. Entré sin saludar:
-No te voy a esperar hasta que tengas ganas de subirte.
-¿Y me vas a pisar por eso?
-No es mi problema, yo llego a la parada y arranco, si vos no estás no estás.
-Bueno, cobrame. La próxima vez esperá, ¿qué vas a hacer si pisás a alguien?
-No me importa.
-¿No te importa?
-No, si vas a andar paseando no es mi culpa, además...
Marcó el boleto de $3.
-No me importa.
-¿Qué?
-Que no me importa. Lo que tengas para decir no me importa.
Me alejé hasta los asientos del fondo. Viendo que la gente estaba pendiente, intentó hacerse el macho:
-¿Qué dijiste flaquito? Vení para acá.
Lo ignoré.




Nos tiramos en la cama sin saber qué esperar de la vida. De alguna extraña manera teníamos la convicción de que no se ponía mejor que esto. A la sociedad no le importaba si nos dirigíamos hacia un final precipitado ahogándonos en nuestra basura, todos coincidían en un odio irracional contra las pandillas bolcheviques y la falacia del locus amoenus. La decepción de muchos intentos derivó en un anhedonismo consumista lleno de rencor hacia la vida y la juventud.
-¿Por qué me seguiste esa tarde?
Pensé mi respuesta durante un momento.
-¿Preferirías que no lo hubiera hecho?
-No es eso. Yo te había lastimado mucho, ¿por qué no te fuiste, y punto?
-Sí me fui.
-Pero me seguiste, y acá estamos.
-No te seguí.
-¿Entonces?
-No se. Iba para ese lado.
Dejamos de hablarnos hasta que se me durmió el brazo. Tuve que molestarla para acomodar la almohada. El futuro prometía más nimiedad, más miedo, más promiscuidad y relaciones más livianas; parece que era fácil vivir así. Los grandes proyectos de la humanidad consistían básicamente en celulares invasivos, trabajos de medio tiempo y calzas que se metieran en el orto. Para quejarse estaba el arte, y para relajarse los bares.

Dichoso aquél que lejos de los negocios,
como la antigua raza de los hombres,
dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes,
libre de toda deuda,

y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador,
ni tiene miedo a los ataques del mar,
que evita el foro y los soberbios palacios
de los ciudadanos poderosos.


En el mundo no había lugar para nosotros. Una vez me rompí los nudillos contra un árbol pensando en eso. Pero en realidad no era por eso, en realidad no me importaba.