20 September, 2014

ÚLTIMO MOMENTO



 Los economistas no lo ignoran. Tampoco es que sea una mentira; las curiosidades son exactamente eso, realidades negadas por el sentido común. La moral no puede justificar el poder, no puede. No hay ley, ni existe la justicia. Tampoco vendrán los años a resignificarlo, nada lo puede cambiar. Somos todos hermanos, por eso nos hacemos lo que nos hacemos. La mano tira de la cortina y la actriz grita, las cosas pasan en la imaginación; siempre fue así, desde que el mundo es mundo.
 Si alguno tuviera la fuerza para trepar hasta el santuario del mono sabio, no podría soportar el peso de su pregunta. Porque la probaron, la probaron en el desierto, y cuando vieron de lo que era capaz, ¿Sintieron compasión? ¿tuvieron miedo? Claro que no. Sonrieron. Y no está mal que así fuera, porque tenían en las manos algo nuevo.
 Mi miedo.
 El ojo no mira desde ningún lado, llenamos la vida de pequeños sentidos por algún motivo. Los abuelos se enojan si no les creemos. Entonces agarramos el cuchillo, que siempre está afilado, y la culpa es de los negros, y blabla. La rabia es contra el vacío; yo no quiero ser una máquina. Viviendo en la epidemia, me contagio y contagio a otros. A nadie le importa si te estás perdiendo, ¿entendés? Vos estás loco. Si no desconfiás, si podés seguir sin sentir nada, estás loco. Tenés las manos en el fuego, ¿Qué estás haciendo? ¿Qué hiciste?
 No me mientas, no te culpes. Bailando coreografías, como una abeja, jugando esos juegos. ¿Quién está más enfermo? ¿Caperucita o el lobo? Así no funciona, ¿cierto? Pero alguien le saca filo al cuchillo, y si tuvieras el valor podrías escucharlo. La locura que se extiende como un cáncer, todos los pequeños milagros cotidianos que hacen para no caerse como títeres huecos, el escaso valor del dinero, los ensayos nucleares. Su timidez de coneja, y la furia con la que me saltó encima, ni bien tuvo la oportunidad.