16 September, 2015

Guatemala


Me escuchó atentamente, ni con interés ni con recelo, sino con atención; distinto de los burócratas locales, que te miran por encima del hombro, acostumbrados a que la gente se les acerque solo para mendigarle algún favorcito, algún gesto de amiguismo con el que sentirse congraciados de por vida. Le expuse mis intenciones, las conversamos, y me dio su tarjeta. Me pidió que le enviara un mail recordándole todo el asunto por escrito, porque tenía ganas de facilitarme alguna ayuda.

-¿Es muy complicado conseguir la residencia cubana? -quise saber.
-Y, te tienes que casar con una cubana.
-En principio, eso no sería ningún problema -respondí con media sonrisa.
 A mi edad, mis viejos ya tenían dos hijos que sabían escribir; el más chico su propio nombre, y el más grande ni idea cuánto. Dentro de un par de años, superados los treinta, se que esa cifra me va a dar vueltas por la cabeza en mis habituales noches de insomnio; y qué bien que me vendría tener a alguien al lado para amortiguar el aislamiento.
"Casado con una cubana", resignificaba la connotación oscura y fría de "casado".
 Miré hacia adelante, en mi futuro; y sentí que la vida era como una pila de monedas que vamos armando, más o menos derechita, en función del cuidado que se le ponga. Uno puede ser desdeñoso y, con la perspectiva del tiempo, se empieza a notar en qué puntos faltó atención, dedicación, prolijidad... Pero al final, todo crece hacia arriba, como el tetris, cada vez más rápido; buscamos acomodar lo mejor posible las cosas a medida que se nos vienen encima, sintiendo el frenesí de una música que al principio era divertida, entendiendo finalmente que, por bueno que seas, no es posible para nadie sostener lo efímero, ni para siempre, ni por mucho tiempo más. El juego se termina cuando llegás hasta arriba, y el que juntó más puntos se gana el privilegio de ponerle su nombre al primer puesto, hasta que llega otro y se lo saca, y así.
 La gilada.
 Dentro de poco voy a decir "basta", y me voy a dedicar a buscar las cosas de la vida que me hacen latir el corazón. Basta de juntar puntos, basta de pensar en el primer puesto como la gente del cardumen. Jesús dijo que había una vida mejor por llevar, y es lo que me interesa; porque yo también veo que es cierto.
 Ni cabida.
 Eso es lo que me iría a buscar a Cuba. Nunca necesité demasiado, pero ahora entiendo que siempre fue mucho más de lo que creía. En un futuro, quizás me toque proveer a mi familia; y si ese es el caso, creo que las mejores oportunidades las voy a tener en un país que, con menos plata que Haití, tiene la mejor salud pública del mundo entero. Eso habla de un profundo respeto hacia la vida.




 Allá nadie se ríe del anarquismo, porque es lo único que queda a la izquierda del gobierno. Y, sin embargo, se acercan infinitamente al sueño de Malatesta: un mundo en el que las únicas penas, sean las penas del amor no correspondido.


"Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor".


La niña de Guatemala. Tal vez no haya muerte más dolorosa, porque el amor no mata realmente. Decimos que la otra opción sería rendirse, Pero, ¿cómo es rendirse? ¿Cómo es dejarse caer hasta que todo se termine, sin tratar de intentar nunca nada, aunque solo sea un último manotazo de ahogado? Así sería: como un tetris. Riéndose, angustiándose: sufriendo las leyes del dharma, cantando Sinatra.
 Siento un poco de lástima por esos empleados de la oficina que me forrean cuando paso a cobrar; son unos ñoquis miserables pero evidentemente creen que porque se encargan de agilizar la firma de un cheque a mi nombre una vez al mes, les debo un tributo de simpatía sumisa o algo así. Nunca me termina de asombrar lo equivocada que puede llegar a vivir la gente, lo fácil que se agachan cuando tienen miedo, y lo poca cosa que resultan ser a la hora de hacerse respetar frente a alguien más poderoso. Les gusta fingir que no escucharon, hacer como que no vieron; reírse, porque la realidad es muy pesada, y exhibirse, porque la vida es muy corta.
 Y viene este burócrata cubano a decirme que "la mayor parte de la humanidad es buena, es noble". ¿Hablaba de la misma humanidad que mira a su nación con malos ojos, sin fundamentos y solo porque sí? ¿Para qué me dijo eso? ¿Qué me quería vender? Nunca le mandé ese mail. Hace como 60 años que no le venden nada a nadie, claramente están fuera de práctica: acá la onda es diferente, hay que promocionar a través del miedo, el humo, y la paranoia.
"Yo que no creo -anotó Macedonio Fernández- en la muerte de los que aman, ni en la vida de los que no aman, te digo lo que no me oirás nunca, y que ya sabes: que es imposible que no seas feliz". Eso es verdad.
 Salí de la depresión maniática en la que me pasé los años perdidos, que fueron los únicos realmente indispensables, sabiendo que eso era cierto; y, de yapa, pudiendo entender los papeles de Recienvenido. Ahora las cosas van y vienen, como siempre; pero de a ratos me gustaría tenerme en frente para abrazarme y darme un beso, porque me parece que me lo gané. Tal vez en un par de años alguna cubana se encargue de hacer eso por mí. Las cosas nunca dejaron de estar mal, y en cierto sentido están peor que nunca; pero hoy siento que voy en un velero, y que ya es imposible que no sea feliz, no importa lo que me pase en la vida.
A todos nos toca decidir si la vamos a pelear o no.
Y a la gilada, le ya está dicho: ni cabida.